“Papá, ¿me escucharás mientras toco? Quiero saber si ‘A’ es mejor que ‘B’.” Este pedido me llega mientras mi hija toca un fragmento para su audición en la universidad, la cual tendrá lugar en unas pocas semanas.
Al escuchar las dos opciones, escogí la “B” y le sugerí colocar su arco más en la cuerda para que cualquiera de ellos trabaje.
Cuando se inscribió para tomar clases de violín a los cuatro años de edad, iba a ser un proyecto de madre e hija. Yo no sabía leer música en ese entonces, y catorce años después, todavía no lo sé. La encargada de asistir a las clases y supervisar la práctica era mamá. Al final del primer año, entendimos que esto no estaba funcionando muy bien.
Decidimos que yo llevara a mi hija a sus clases y fuera el encargado de tomar notas, para que su madre pudiera supervisar la práctica en casa. Rápidamente se hizo evidente que si no se está presente en las clases, no tenía ningún sentido todo lo que comentaba sobre la clase y lo que se debía practicar en casa. En parte, el problema era la calidad de mis notas, y por otro lado, que ninguno de nosotros (papá y mamá) nunca había tocado el violín. El nivel de frustración aumentó tanto para los padres como para la niña (y probablemente para el profesor también). Cuando dos lados del triángulo Suzuki no están trabajando juntos, se puede tener la certeza de que el resultado es la frustración, en lugar de un crecimiento satisfactorio.
Me comprometí, pero no de muy buena gana, a ser un padre Suzuki. Llevaba a mi hija a sus clases, la llevaba de vuelta a casa, y supervisaba la práctica. Pasamos varias horas juntos.
Hablábamos de boberías, de teología, filosofía, ciencia, y relaciones entre pares. Yo escuchaba. Ella escuchaba. Yo hacía preguntas y ella también.
Mi hija tenía una mente abierta, explorando los límites de lo que estaba aprendiendo en la escuela, en la iglesia, y en casa. Ella leía, y luego seguía leyendo un poco más. Más de una vez, la escuchaba decir en el automóvil: “¿Por qué no me dijeron eso en clase?” “¿Estás seguro?” “¿Qué significa … (inserte una palabra de su elección, que tenga tres sílabas o más)?”. Cuando creció, miraba por la ventana del auto y preguntaba: “¿Dónde estamos?”. Por lo general, ella hacía esta pregunta sobre algún lugar donde habíamos ido antes varias veces por semana, por muchos años, pero que no lo había notado porque tenía su nariz en un libro.
Las clases de violín y la práctica constante le enseñaron la paciencia, la disciplina de trabajar hacia el desarrollo de sus habilidades, y la sensación de logro cuando aprendía una nueva pieza y la ejecutaba. Pronto, muy pronto, ella sabía más que sus padres sobre los aspectos técnicos de la ejecución del violín y de la lectura musical.
A pesar de ello, no era aún el momento para que yo dejara de asistir a las clases. Mi función estaba en algún lugar entre ser entrenador y porrista. Mientras esto ocurría, yo estaba aprendiendo nuevas habilidades como padre.
En primer lugar, aprendí que yo no era el encargado de hacer que mi hija tuviera éxito. Fue su propio esfuerzo y trabajo los que llevaron a sus logros. Fue necesario que yo estuviese junto a ella, pero era ella quien hacía todo el trabajo.
En segundo lugar, aprendí que no era yo quien debía invertir demasiado. Cualquier cosa que estuviese o no sucediendo no se trataba de mí, se trataba del crecimiento musical y humano de mi hija.
En tercer lugar, el no lograr lo deseado en la clase, en un concierto, o en las relaciones, no es algo malo. No importa lo que sea, ella es mi hija; tiene una vida más grande que mi relación con ella. Yo tengo una vida que es más grande que mi relación con ella. Mi esposa, la madre de esta niña, ocupa el primer lugar para mí antes que ella, permitiendo que nuestra hija tenga un lugar emocional seguro para superar lo que puede sentirse como una derrota. Una familia extendida más grande nos rodea de amor. Los adultos en nuestra comunidad de fe apoyan activamente su desarrolla y caminan con nosotros, como unos segundos padres. El profesor Suzuki, los líderes de orquesta y los pequeños grupos de práctica tienen al niño como punto de enfoque. Cuando hay momentos en que las relaciones se separan, o una clase o concierto no salen bien, es posible que se dé un nuevo aprendizaje con nuevas estrategias entretejidas en la tela de su desarrollo.
En cuarto lugar, los otros adultos que trabajan en su vida me han liberado para que pueda realizar mis tareas como padre. De esta manera, establezco límites y brindo oportunidades. Doy amor. Escucho. Permanezco en silencio cuando mi hija hace preguntas que ella misma puede responder descubriendo, para no darle todo masticado para que lo comprenda, a pesar de que el silencio no es mi mejor virtud. No soy ni su amigo ni su único profesor. Mi papel es ser un adulto, ser su padre.
En quinto lugar, con el desarrollo de mi hija hacia la edad adulta, el hecho de que ella tenga confianza en sus decisiones y logros en su rendimiento musical le permite encontrar una orientación adecuada mientras madura en fe, en su carrera futura, en cómo administrar su dinero, etc. Mi tarea actual es abrir mis brazos y permitirle alejarse de nuestra familia nuclear, a la vez que dejo la puerta abierta para su retorno durante cuando nos visita.
Hemos estado practicando este proceso desde que empezó con sus clases de violín cuando tenía cuatro años. El proceso del estudio del violín con la Filosofía y Método Suzuki es integral a la forma en que funciona nuestra familia.
Hemos estado practicando este proceso desde que comenzó a tomar clases a los cuatro años. El proceso de estudiar el violín usando el método y la filosofía de Suzuki es esencial a la forma en que funciona nuestra familia.
Si mi hija continúa tocando el violín, ya sea por vocación o por pasatiempo, sabe que no es la única dimensión de su vida. Ella es más que una violinista y músico.
Si hoy guarda su violín y nunca lo vuelve a tocar, esto no quiere decir que todo lo que ha sucedido en los últimos catorce años no tenga valor. El proceso de hacerle frente a una tarea, superar las limitaciones personales y descubrir nuevas habilidades son lecciones de vida fundamentales para una adultez íntegra y satisfactoria. Ella ha descubierto un camino a seguir y lo ha practicado en un ambiente seguro.
Yo soy un mejor padre por haber sido un padre Suzuki.
Traducido por Andrea Raza, Quito, Ecuador